La calidez de la madera reúne a la familia para la construcción naval
A través del trabajo conjunto entre padres e hijos buscan darle nueva vida al lago Llanquihue gracias a veleros elaborados de manera artesanal y que serán puestos a prueba a fines de este mes.
Ya casi no había luz. Era la segunda jornada de intenso trabajo pero decidieron plasmar el momento frente al taller. Abrazados, padres e hijos posaron juntos para registrar el comienzo de un proyecto que revive el uso navegable del lago Llanquihue, la riqueza de la madera trabajada de forma artesanal y el valor de la familia unida a través de la construcción de cinco embarcaciones de vela ligera tipo Optimist, que serán lanzados al lago el 01 de Octubre a las 12:30 en el Club Náutico Municipal de Puerto Octay.
El arquitecto Rodrigo Puchi lidera el proyecto para potenciar Puerto Octay y revivir la navegación, la misma que quedó postergada con el ingreso del tren en 1920. Desde ahí la desventaja de un pueblo que quedó deprimido económica y socialmente. Pero también la ventaja de su patrimonio, que aunque sin mantención, resistió el paso del tiempo. Ante ese panorama surgió la idea de trabajar con el municipio octayino, generar un plan en base al patrimonio construido y el natural, vinculado al entorno al lago.
La recuperación de oficios tradicionales será el engranaje de desarrollo que tiene como punto de partida la construcción naval. En medio de la planificación, el arquitecto se enteró que entre el 28 y el 29 de octubre Puerto Octay será sede del Campeonato Nacional de Escuelas de Velas, encuentro anual enfocado a niños de entre 13 y 17 años, promocionado por la Federación de Velas. Entonces surgió la oportunidad.
“No tenemos escuelas de velas ni equipos en Puerto Octay y dijimos ‘hagamos una formula en que nosotros mismos construyamos estos botes”’, contó Puchi. La embarcación modelo fue diseñada por un norteamericano a mediados del siglo pasado, una estructura que pensó para construir con su hijo y que tiene una longitud de dos metros y 30 centímetros. “Entonces empecé a contactar gente. Nosotros tenemos experiencia pero tenía que ser impartido por alguien que ya hubiese construido botes y que también tuviera una vocación didáctica educativa”, relató el arquitecto.
En medio de esa búsqueda apareció una pareja de Chiloé con su proyecto Casa Bote, una escuela de navegación que también construyó sus embarcaciones. El equipo se unió al proyecto y de tres botes pasaron a cinco. Desde ahí se sumó la colaboración del Museo Taller en Santiago impulsado por Francisco Dittborn, el primer museo de herramientas de carpintería con una vocación de enseñanza. Se transformaron en socios y aportaron con gran parte de las herramientas.
Los materiales de construcción de los botes bordean los 500 mil pesos, y en gran parte fue financiado con el apoyo municipal. Por último, esperan la colaboración de los operadores turísticos de la zona para que el día de la competencia faciliten los trajes de agua y los salvavidas.
Una parte fundamental fue la elección de los niños idóneos para el proyecto, proceso que estuvo a cargo del Daem de Puerto Octay. Tras la postulación de 28 alumnos de la escuela básica municipal Alberto Hurtado de Puerto Octay se conformaron cinco equipos. “Eso funcionó muy bien porque hoy día tenemos papás e hijos que están participando y se está generando una dinámica que nosotros de alguna manera la intuíamos”, agregó Puchi. Cada sábado y domingo, entre las 10 y las 17 horas, se ve en el taller cómo nace un vínculo en medio del trabajo entre padres e hijos.
Pero el plan es mucho más ambicioso a largo plazo. Los buenos resultados han hecho que Puchi refuerce la idea inicial. “Queremos que se genere una capacitación de oficios donde finalmente los chicos que se capaciten terminen con un sello de calidad, además de enseñarles a ser ellos mismos sus propios jefes, de ampliarles el horizonte con esto”.
La materia prima
Y si bien conseguir la participación de todos fue una gestión ardua, encontrar los materiales adecuados también fue un trabajo selectivo. “Hay dos o tres productos distintos; uno el terciado que fue auspiciado por Serko, empresa de Frutillar que fabrica terciado de madera nativa. Les pedimos que hicieran uno especial, seis milímetros, un espesor que es difícil de encontrar y fabricar. Eso es el principal producto para poder armar los cascos”, explicó Puchi.
También está la estructura base, que es de pino, y luego las estructuras interiores como la quilla, que fueron hechas con mañío. La empresa Maderas El Castor de Puerto Montt aportó con la mitad.
Actualmente tienen más de un 75% de avance en las embarcaciones. Después de lanzarlos al Llanquihue, tendrán un mes para enseñar a los niños a navegar. Y si bien no serán parte de la competencia, han solicitado a la organización que se reconozca este trabajo en una categoría de botes de autoconstrucción.
Pero los plantes no terminan ahí y por eso la proyección es de extender la obra en el mismo espacio en el que hoy trabajan: un galpón de 5 mil metros cuadrados que podría ser utilizado para la construcción de botes. “Estamos pensando en hacer un centro de oficios, que vaya en sintonía con esta idea de generar una economía local en base a oficios, en capacitar la gente que vive acá”, comentó el arquitecto.
Para Puchi el plan que se concretó en un trabajo de cinco veleros es el nacimiento de algo trascendental para conservar la riqueza de Puerto Octay. “Es un desarrollo local, es un desarrollo transversal, volver a valorar el hacer, los oficios”. Para el arquitecto es regresar a las raíces: “Tiene que ver con el hacer con las manos, una cosa es comprarle un juguete a un niño pero es distinto que el papá lo construya o lo hagan juntos, el valor es totalmente distinto”.
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