Gustos de carpintero

Texto y producción: Beatriz Montero Ward.
Fotografías: Sebastián Sepúlveda Vidal.
Revista VD, El Mercurio
 

Sierras, martillos, niveladores, taladros, metros, cepillos… todas herramientas de carpintería de entre 1870 y 1950 conforman la colección de Francisco Dittborn. Un conjunto reunido con pasión en los últimos 15 años.  

Fue en el taller que su padre tenía en la casa donde el empresario Francisco Dittborn, siendo niño, comenzó a familiarizarse con el universo de las herramientas y el gusto por hacer cosas con las manos. Ahí aprendió a usar el taladro y la sierra eléctrica; a trabajar la madera para darle nueva forma; y a apreciar la labor del carpintero, sus materiales y utensilios. Tan importante fue esa escuela que apenas tuvo su propia casa lo primero que hizo fue levantar allí un taller. “La posibilidad de hacer cosas uno mismo es algo maravilloso”, dice en ese lugar espacioso, con amplios ventanales, mucho sitio para guardar las más de dos mil herramientas antiguas que ha reunido durante los últimos 15 años.

No sabe con exactitud cuándo se envició con coleccionar, tal como él dice. Sólo recuerda que la primera vez que tuvo una de estas piezas viejas en sus manos sintió algo especial. “Tienen la gracia de que han sido usadas por personas. Cuando miro el mango gastado de una de ellas no puedo dejar de pensar que alguien la usó para trabajar y ese alguien sufrió, lo pasó bien, lo pasó mal, en fin, vivió”, explica.
Desde ese primer día no ha parado de buscar y comprar herramientas, especialmente de carpintería. Las busca aquí en los anticuarios del galpón del Parque de Los Reyes, en los de Valparaíso, en los antiguos talleres y tornerías. Pero también tiene amigos que le ayudan. “Saben que si encuentran algo interesante yo se los voy a comprar”, dice. Los viajes, que con frecuencia hace por motivos de trabajo, son otra instancia para conseguir buenas piezas u objetos afines a su tema. “Hoy busco cosas especiales, piezas raras, solo filete, como yo digo”. Y en seguida muestra un catálogo de la Ferretería Francesa de Buenos Aires de comienzos del siglo XX y dice: “Para mí esto es como los álbumes de los niños. Aquí voy marcando las que tengo y las que me faltan”.

Sus herramientas, en su mayoría de entre 1870 y 1950, llenan este taller, que también se ha convertido en el sitio perfecto para reunirse con sus amigos. Son cientos de cepillos, niveles, martillos, serruchos, sierras, taladros, brocas… sobre mesones antiguos de trabajo, colgando en la pared, metidos en cajones o guardados en maletas y baúles. Todos están fotografiados, ya que espera, algún día, hacer un libro con su colección.

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